miércoles, 8 de enero de 2014

EN CUANTO METES TU YO...


Santa Teresa dijo que Dios le concedió el don de desidentificarse de sí misma y poder ver las cosas desde fuera. Este es un gran don, pues el único obstáculo y raíz de todo problema es el «yo». Desidentificarse significa no afectarnos por lo que está ocurriendo — vivirlo como si le ocurriese a otro —, pues en cuanto metes tu «yo» en cualquier persona, situación o cosa, prepárate a sufrir. Vivir desidentificado es vivir sin apegos, olvidado del «ego», que es el que genera egoísmo, deseo y celos, y por el cual entran todos los conflictos.

Otra cosa que nos muestra que estamos programados es creer que cada uno está en posesión de la verdad. Cada religión cree tener la verdad y ser la única, la exclusiva. ¿Porqué?. Temen perderla si reconocen que puede haber verdad en cada una y en todas ellas. Si viviésemos desidentificados de nuestras creencias, no te preocuparías por lo que lleven de acertado o no. Las creencias pueden cambiar, lo importante es lo esencial que descubres dentro de ti y te lleva a ir buscando la verdad, y saber que es de todos.

Despertarse es despertar a la realidad de que tú no eres el que crees ser.

Esto es la desidentificación. Sólo puedes conseguir esto cuando seas capaz de atribuir tus tribulaciones a tu programación y no a la realidad. Cuando uno se aflige, intenta cambiar la realidad para ajustaría a su programación, pues cree que esa será la solución a su problema; pero como no lo consigue, su frustración viene a sumarse a su aflicción y el problema no se aclara. 

Si el problema viene de tu programación, no se puede cambiar la vida y a los demás, sino desprogramarte o ver, por lo menos, claramente, de dónde viene el problema. Si tú cambias y te abres a la realidad, verás cómo todo cambia a tu alrededor, pues era tu mente la equivocada, y al cambiar tu mente y abrirse a la realidad, cambiará tu manera de ver y de vivir llamando a cada cosa y situación por su nombre. 

Recuerda aquello de: «En vez de alfombrar todo el mundo para que no tropieces, es más fácil que tú te calces unas zapatillas». ¿Se consigue la felicidad en esta vida?. Cuando sueltes tus alucinaciones, te darás cuenta de que la felicidad siempre estuvo en ti, pero se metieron las exigencias por medio, la cultura, los deseos, los miedos, con sus mecanismos de defensa, y la fueron ahogando. Darnos cuenta de esto ya es dar un gran paso. 

Una persona, con tantas exigencias y problemas, no puede amar, ni encontrar la felicidad, porque ya tiene bastante con defenderse de lo que cree que le está atacando. En ese estado, lo que llamamos amor es egoísmo, amor a nuestro «ego», interés propio. Nos sentimos tan mal y con tantos miedos, que sólo podemos mirarnos a nosotros mismos, vigilándonos con recelo porque, en verdad, tampoco nos amamos. 

Amor es pura gratuidad, y nosotros nos ponemos condiciones. Y si nos ponemos condiciones a nosotros mismos, ¿Cómo no vamos a ponérselas a los demás?. Convertimos eso que llamamos amor en un egoísmo refinado que utilizamos, o para darnos placer, o evitar sensaciones desagradables, sensaciones de culpabilidad, o miedo al rechazo. Para evitar esto, comerciamos con eso que llamamos «amor». Si somos capaces de ver esto y llamar a las cosas por su propio nombre, ya es ver claro.



Extracto del libro:
La Iluminación es la Espiritualidad
Anthony de Mello

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