domingo, 11 de mayo de 2014

EL RESTABLECIMIENTO DE LA COMUNICACIÓN


Cierto joven estadounidense estuvo sin hablar con su padre durante cinco años. Le era imposible mantener una conversación con él. Un día entró en contacto con el Dharma y le impactó profundamente. Como deseaba volver a empezar, cambiar su vida, se hizo monje.

Lleno de entusiasmo por aprender, vivió con la sangha de Plum Village durante tres o cuatro meses demostrando que era capaz de ser monje. A partir del día que llegó a nuestro centro, practicó el consumir conscientemente, la meditación caminando y la, meditación sentado, participando en todas las actividades de la sangha.

No esperaba nada de su padre, se limitó a cambiarse a sí mismo. Gracias a su modo de vivir y a haber hecho las paces consigo mismo, pudo escribir a su padre cada semana. Sin esperar a que le respondiera, le contó la práctica que hacía y las pequeñas alegrías que experimentaba cada día. Seis meses más tarde descolgó el teléfono e inspiró y espiró conscientemente, lo cual le ayudó a estar tranquilo. Después marcó el número de su padre y éste le contestó. Sabía que su hijo se había hecho monje y estaba muy enfadado por ello. Lo primero que le dijo fue:

«¿ Aún estás con ese grupo? ¿Todavía eres un monje? ¿Qué 
futuro tienes?». El joven contestó: «Papá, ahora mi 
preocupación principal es mantener una buena relación contigo, 
eso me haría muy feliz, ya que para mí es lo más importante. Lo 
único que me importa es volver a comunicarme contigo, volver
a estar cerca de ti. Para mí eso es lo más importante, más que 
mi propio futuro».

Su padre se mantuvo en silencio durante un buen rato. El 
joven monje continuó con su respiración. Al final, el padre dijo: 
«Está bien, lo acepto. Para mí también es muy importante». De 
modo que la ira no era lo único que el padre sentía por su hijo.

En muchas cartas aquel joven le había contado cosas muy 
bellas que habían alimentado los elementos positivos que había 
en su padre. A partir de aquel día, su padre le llamó cada 
semana. La comunicación se había restablecido, y ahora la 
felicidad tanto del padre como del hijo se ha convertido en una 
realidad.

Extracto del libro:
LA IRA (El dominio del fuego interior)
Thich Nhat Hanh

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