lunes, 12 de diciembre de 2016

EL MORIBUNDO


Cuentan las crónicas este ritual de la agonía. Hace dos siglos, en la ciudad de Salvador de Bahía, las familias copetudas convocaban a cuantos médicos pudieran pagar, nunca menos de tres o cuatro, y a veces más, en torno al lecho del moribundo. Numeroso público se apiñaba en el dormitorio para escuchar a los galenos.

Después de examinar al enfermo, cada médico pronunciaba una conferencia sobre el caso. Eran discursos solemnes, que el público, a viva voz, iba comentando:

-¡Apoyado! 
-¡No! ¡No! 
-¡Muy bien! 
-¡Se equivoca el doctor! 
-¡De acuerdo! 
-¡Qué disparate! 

Culminada la primera ronda, los facultativos volvían a exponer sus puntos de vista en nuevos discursos.

El debate duraba tanto como la respiración del hombre o mujer en agonía. Algunos moribundos demoraban el último suspiro, porque era de mal gusto interrumpir el trabajo de la Ciencia; pero otros se marchaban de este mundo cuanto antes, con tal de no seguir escuchando aquella oratoria interminable.


Tomado de:
Cuentos de Galeano en la Jornada
Eduardo Galeano
Fotografía de internet

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