sábado, 7 de enero de 2017

DE UN PENSAMIENTO NORMATIVO A UN PENSAMIENTO INCONFORMISTA


«MÁS VALE MALO CONOCIDO»
DE UN PENSAMIENTO NORMATIVO A UN PENSAMIENTO INCONFORMISTA

«La persistencia de una costumbre está ordinariamente en relación directa con lo absurdo de ella.»
MARCEL PROUST

En una reconocida boutique de ropa femenina, oí esta conversación entre una cliente y la vendedora:

Cliente (probándose una camisa que evidentemente no era de su talla, y de un color que no le favorecía): No sé, me parece que me queda muy apretada... Apenas me cierran los botones.
Vendedora: A ver, respire hondo. ¿Ve como sí puede? Le queda preciosa...
Cliente (tratando de esconder sus «michelines»): ¿No se me ve gorda?
Vendedora: ¡Se ve espectacular!
Cliente: Pero se me notan demasiado los senos; parece que tengo silicona.
Vendedora: Dichosa usted que puede decir eso; lo que se busca hoy es resaltar los encantos (risas).
Cliente: Pero este color verde limón no me queda bien; soy demasiado blanca.
Vendedora: ¡Pero es lo que está de moda!
Cliente: ¿En serio? No lo sabía.
Vendedora: Los colores ácidos son lo último. Además, no me quedan más blusas como ésta; se han vendido todas.
Cliente: Sí, puede que tenga razón. Tal vez soy un poco conservadora en mis gustos... ¿Y se lleva así de ajustada?
Vendedora: Absolutamente, los materiales de licra son la última tendencia.
Cliente (mirándose al espejo con complacencia): Me la llevo.

¿Quién dijo que la moda no incomoda? El lavado cerebral hecho a medida. Los argumentos más demoledores de la vendedora fueron aquellos relacionados con el gusto de los demás: «Está de moda» y «las he vendido todas». La señora salió feliz, con una blusa dos tallas por debajo de la suya y de un color que la hacía parecer una lechuga pálida.

Es muy probable que cuando salga del estado hipnótico del proceso de compra y venta se arrepienta y maldiga a la empleada y a la moda. ¿Por qué hay que seguir modas? Si nos vestimos como nos da la gana es posible que no nos dejen entrar en ciertos lugares y que algunas personas rebosantes de «buen gusto» nos critiquen, pero la ropa será una elección personal, será nuestro gusto. No sigas modas, ¡invéntalas! (El riesgo es que probablemente tendrás un séquito de admiradores y fanáticos que tratarán de imitarte.)

Las mentes rígidas ven en la normatividad (el apego ciego a normas, reglas, costumbres y hábitos) una fuente de seguridad y de orgullo: «Mantenerse firmes y no torcer el rumbo pase lo que pase.» Pero ser coherente es una cosa (el que es coherente no pierde la capacidad de adaptación) y ser testarudo, otra (el testarudo usa anteojeras y se repite a sí mismo que siempre ha de ser igual): ¡Hay tantas estupideces que repetimos sistemáticamente sin preguntarnos por qué lo hacemos! En el libro Aplícate el cuento, Jaume Soler y Mercè Conangla67 reseñan un relato («¿Reflexión o tradición?») que reproduzco aquí con la debida autorización:

«Se cuenta que en medio del patio de un cuartel militar situado junto a un pueblecito cuyo nombre no recuerdo, había un banco de madera. Era un banco sencillo, humilde y blanco. 

Junto a ese banco, las veinticuatro horas del día, los soldados se alternaban en una guardia constante, tanto nocturna como diurna. Nadie sabía por qué. Pero lo cierto es que la guardia se hacía. Se hacía noche y día, durante todas las noches y todos los días, y de generación en generación; todos los oficiales transmitían la orden y los soldados la obedecían.

Nadie dudó nunca, nadie preguntó nunca. La tradición es algo sagrado que no se cuestiona ni se ataca: se acata. Si así se había hecho siempre, por algo sería. Así se hacía, así siempre se había hecho y así se haría.

Y así siguió haciéndose hasta que un día alguien (no se sabe con certeza quién, quizá un general o un coronel curioso) quiso ver la orden original. Hizo falta revolver a fondo los archivos; y después de mucho hurgar se encontró. ¡Hacía treinta y un años, dos meses y cuatro días que un oficial había mandado montar guardia junto al banco, que estaba recién pintado, para que a nadie se le ocurriera sentarse sobre la pintura fresca!»

67. Soler, J. y Conangla, M. M. (2004). Aplícate el cuento. 
Barcelona: Amat Editores.



Extracto del libro:
El arte de ser flexible
Walter Riso
Fotografía tomada de internet

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