martes, 27 de junio de 2017

REVELACIÓN DE LO DIVINO


Divinidad 
Búsqueda 
Revelación 
El yo

Lo divino está aquí, y nunca lo encuentras. Quien busca nunca encuentra.

Eso no quiere decir que no debas buscar. De­berás hacerlo en un comienzo; no hay otra vía. Al comienzo, debes buscar; debes buscar y ha­cer todos los esfuerzos que puedas. Sólo ha­ciendo todos los esfuerzos y transformándote en un fanático buscador, llegarás a darte cuen­ta de que sólo se producirá cuando tengas una mentalidad de no búsqueda.

A veces, mientras descanses, vendrá a ti. A veces, mientras duermas, se te presentará. A ve­ces, mientras camines por la calle, allí estará. A veces, mientras contemples el amanecer (sin hacer nada más que estar en una pasiva obser­vación), mientras mires el sol que se asoma o la luna que brilla en el lago en una noche fría, o una flor que abre sus pétalos, y tú no eres más que una conciencia pasiva... No es necesario nada de tu parte. Cuando una flor se abre, no necesita que la ayudes.

Hay gente tonta que tratará de ayudar. Des­truirán toda la belleza de la flor, y además la flor nunca se abrirá realmente. Aun si la fuerzas para que se abra, será una flor cerrada. No se produjo su florecimiento; fue algo forzado. Nunca florece algo a la fuerza. No es necesario que ayudes a que salga el sol. Hay gente que cree que se necesita su colaboración. Es gente que hace mu­cho daño, mucho daño, por suponer que su ayuda es nece­saria en todas partes.

En la vida real, donde la realidad se produce, no se re­quiere la ayuda de nadie. Pero es muy difícil resistir la ten­tación porque, cuando ayudas, sientes que estás haciendo algo. Al hacer algo, creas el yo. Cuando no haces nada, el yo no puede existir. En los momentos de inacción, el yo de­saparece. Contemplar un amanecer, ver cómo se abre una flor, mirar a la luna brillando sobre un lago helado, sin ha­cer nada... Y de repente te sucederá. Percibirás que toda la existencia está inundada por lo divino, que tu mismo alien­to es divino.

El viaje religioso comienza, pero nunca termina. Vienes a mí, caes en mí, desapareces, nunca llegas a ninguna parte. Pero en esa desaparición radica el encanto. Jamás se ha conocido otro encanto, no hay allí ningún otro encanto. ¡El encanto de la desapari­ción total! Tal como una gota de rocío desaparece en la mañana cuando sale el sol, o tal cotizo en la no­che brilla una lámpara de barro, viene un viento, y la llama se apaga, y aparece la oscuridad... La lla­ma ha desaparecido y no puedes encontrarla por ninguna parte: del mismo modo desapareces tú.


Referencia:
El dios de todos (Osho)
Un camino espiritual para descubrir a Dios
Fotografía tomada de internet

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