martes, 20 de marzo de 2018

NO OÍMOS LO QUE NOS DICEN, SINO LO QUE QUEREMOS ENTENDER


Las Hermanas de la Merced estaban a punto de ser enviadas como misioneras. La Madre Superiora tenía una última pregunta que hacerle a cada una de ellas antes de decidir cuáles eran las más aptas para la peligrosa tarea que les esperaba. 

"Hermana Ágata", le preguntó a la primera. "¿Qué haría usted si estuviera caminando por una calle desierta y un hombre extraño la abordara y le hiciera una propuesta indecente?" 

¡Oh, Santísima Madre de Dios!, suspiró la primera horrorizada. ¡Qué todos los santos me amparen! Me postraría de rodillas y le rogaría a la Virgen por la salvación de mi alma. La Madre Superiora tomó nota de que la hermana Ágata sería más apta para las labores domésticas. Le formuló la misma pregunta a la hermana Inés, la cual respondió: Pues le daría una trompada en la nariz y me iría corriendo tan rápido como pudiera, gritando: ¡Socorro, socorro! 

La Madre Superiora anotó a la hermana Inés como una de las posibles candidatas para el trabajo misionero. En seguida le dirigió la pregunta a la hermana Teresa, la que comenzó diciendo: Bueno, pues primero le bajaría los pantalones...

La Madre Superiora se atragantó levemente, pero la hermana Teresa siguió: Y después me levantaría el vestido, y entonces...

-Hermana Teresa -le interrumpió la superiora,- ¿qué clase de respuesta es ésa? 

-Es que creo -explicó la otra- que yo puedo correr más rápido con el vestido levantado que él con los pantalones abajo. 

FUENTE: 
OSHO: "El Hombre que Amaba las Gaviotas y Otros Relatos", Grupo Editorial Norma, Bogotá, 2003, ISBN 958-04-7279-3, Pag. 108

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