Mostrando las entradas con la etiqueta Buda.. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Buda.. Mostrar todas las entradas

domingo, 5 de junio de 2022

LA SOLIDARIDAD


Dos personas estaban perdidas en el desierto. Estaban muriendo 
de hambre y de sed. Finalmente, llegaron hasta una alta pared.

Del otro lado podían oír el sonido de una cascada y pájaros cantando. En lo alto, podían ver las ramas de un abundante árbol que se extendía sobre la parte superior del muro. Su fruta parecía deliciosa. Uno de ellos se las arregló para trepar por la pared y desaparece por el otro lado. El otro, en cambio, volvió al desierto para ayudar a otros viajeros perdidos a encontrar su camino al oasis.



Extracto del libro:
Recopilaciones "Cuentos y Fábulas del Buda"
Sri Deva Fénix
Fotografía de internet

viernes, 1 de octubre de 2021

16. NO LEJOS DEL ESTADO DE BUDA


Un estudiante de la universidad visitó en una ocasión a Gasan y le 
preguntó: «¿Has leído alguna vez la Biblia cristiana?».

«No, léemela», dijo Gasan.

El estudiante abrió la Biblia y leyó desde San Mateo: «¿Y por qué preocuparse por lo que vestiréis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen. No trabajan, ni hilan, pero os digo que ni aún Salomón en toda su gloria se atavió como uno de ellos... De modo que no os inquietéis por el día de mañana, pues el mañana traerá su propia inquietud”.

Gasan dijo: “Quienquiera que dijera tales palabras, lo considero un hombre iluminado».

El estudiante continuó leyendo: «Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abre».

Gasan remarcó: «Eso es excelente. Quienquiera que dijera eso no se halla lejos del estado de Buda».



Extracto del libro:
Zen flesh. Zen bones
Paul reps y Nyogen senzaki
Fotografía de Internet

domingo, 19 de septiembre de 2021

13. UN BUDA


En Tokio, durante la era Meiji, vivían dos prominentes maestros de 
características opuestas. Uno de ellos, Unsho, instructor de Shingon, guardaba escrupulosamente los preceptos de Buda. Nunca bebía alcohol, ni comía después de las once de la mañana. El otro maestro, Tanzan, profesor de filosofía en la universidad imperial, nunca observaba los preceptos. Cuando tenía hambre, comía, y si tenía sueño durante el día, dormía.

Un día, Unsho visitó a Tanzan, que en ese momento se encontraba bebiendo vino, del que se supone que ni una sola gota debe tocar la lengua de un budista.

«Hola, hermano», le saludó Tanzan. «¿No quieres un trago?».

«¡Nunca bebo!», exclamó Unsho solemnemente.

«Alguien que no bebe no es ni siquiera humano», dijo Tanzan.

«¿Pretendes llamarme inhumano sólo porque no transijo en beber líquidos embriagantes?», exclamó Unsho enfadado. «Entonces, si no soy humano, ¿qué soy?».

«Un buda», respondió Tanzan.



Extracto del libro:
Zen flesh. Zen bones
Paul reps y Nyogen senzaki
Fotografía de Internet

sábado, 21 de agosto de 2021

TU VALOR SIEMPRE SERÁ EL MISMO


Un adolescente estaba pasando por momentos muy duros. En su casa reinaba la discordia, su padre no dejaba de criticarlo por cualquier cosa y su madre, por miedo a mayores enfrentamientos, no tomaba partido en esos asuntos. Los hermanos tampoco lo trataban bien. Se burlaban de su apariencia, de los granos en su cara, de su forma torpe de andar y de su tono de voz que por estar cambiando parecía más bien de gallos de media noche. Nadie lo tomaba en cuenta, por lo que se sentía despreciable y su autoestima estaba por los suelos.

Esta situación empezó afectar también su rendimiento en el colegio. Ya no prestaba atención en clase, no hacía sus tareas y reprobaba la mayor parte de los exámenes. Lo peor fue que como su actitud había cambiado, sus propios amigos de toda la vida empezaron a darle la espalda, a criticarlo y a burlarse de él. Sólo se le acercaban quienes tenían la peor conducta del salón.

Un profesor en particular venía observándolo desde hacía un tiempo y finalmente decidió actuar. Al terminar una clase le pidió que se quedara. De mala gana se sentó en la primera fila mientras sus compañeros alborotados salían riéndose de él ya que suponían que iba a ser castigado o por lo menos reprendido. Un breve silencio generó un poco de tensión entre el profesor y el joven. Entonces, lentamente el profesor sacó un billete de 100 Dólares tan nuevo que todavía no había sido doblado por primera vez. Los ojos de su alumno empezaron a brillar, al tanto que el profesor le decía

- ¿Lo quieres?, ¿quieres que te de este billete?

- Si – respondió el joven con voz baja y dubitativa

- Tómalo, es tuyo

Pero cuando el joven se levantó de su asiento para tomar el billete, el profesor continuó:

- Espera un momento, déjame hacer esto – dijo mientras arrugaba todo el billete una y otra vez – Ahora si es tuyo, ¿todavía lo quieres?

- Claro que lo quiero – contestó el joven con cara de extrañeza.

- Se me olvidaba algo – replicó el maestro mientras dejaba caer el billete para pisotearlo una y otra vez con sus viejos zapatos ya gastados – Creo que así estará mejor, ¿todavía lo quieres? – dijo finalmente mientras lo recogía del piso.

- Por supuesto – dijo el joven con una media sonrisa esbozada en su rostro.

- Ah, casi se me olvida lo más importante – volvió a interrumpir el maestro – Mira lo que hago ahora.

Y ante la mirada de asombro de su alumno comenzó a escupir el billete una y otra vez hasta que tuvo un aspecto baboso y desagradable. Finalmente lo tomó con mucho cuidado por una esquinita y levantándolo en dirección a su alumno le dijo:

- Ahora si es tuyo, ¿Todavía lo quieres?

- Si, por supuesto que lo quiero – contestó con voz fuerte y gran determinación.

- ¿Pero, porqué lo quieres si está todo arrugado, pisoteado y hasta escupido?

- Por qué a pesar de todo siguen siendo cien dólares – contestó de inmediato el joven.

- Has aprendido bien la lección, ahora aplícala a tu vida – y ante la súbita expresión de incomprensión en la cara del joven, continuó - Al igual que el billete, cada uno de nosotros tiene un valor que nadie nos puede arrebatar. Tu valor como persona, como ser humano, como hijo de Dios, no va a cambiar si otras personas te maltratan, te humillan, te desprecian o te agreden. Sin importar lo que te hagan o lo que otros piensen de ti, tu valor seguirá siendo siempre el mismo. Ahora bien, depende exclusivamente de ti que te des cuenta de todo lo que en realidad vales, de todos los dones que tienes, de toda la energía positiva que vive dentro de ti, de toda la capacidad que tienes para dar y amar. Para ello no le prestes atención a las opiniones necias y desfavorables de quienes te rodean. Un día despertarás y te darás cuenta de que en realidad tu vida es invaluable.

El profesor continuó hablando sobre todas las virtudes y aspectos positivos que él veía en su alumno. La cara del joven había cambiado por completo, su postura encorvada se había enderezado, sus ojos volvían a brillar y repentinamente se paró, dio las gracias y se dispuso a salir del salón con la actitud de quién está dispuesto a conquistar el mundo. Pero la lección todavía no terminaba. El profesor le dijo:

- Espera un momento, toma, llévate el billete sólo para que lo guardes y puedas recordar cuánto vales cada vez que te sientas atacado o deprimido. Pero hay una condición: debes prometerme que la semana que viene me entregarás otro billete completamente nuevo de la misma denominación, así podré enseñarles esta misma lección a otros de tus compañeros que también la necesitan.

lunes, 5 de abril de 2021

4. OBEDIENCIA


A las charlas que daba el maestro Bankei no sólo asistían los estudiantes 
de zen, sino personas de todo rango y credo. Nunca citaba sutras ni se enzarzaba en largas y embrolladas discusiones escolásticas. Por el contrario, sus palabras salían directamente desde su corazón hacia los corazones de sus oyentes.

Sus largas audiencias irritaban a un sacerdote de la secta Nichiren porque sus adeptos lo habían abandonado para oír hablar de zen. Por ello, el egocéntrico sacerdote de Nichiren fue al templo con la determinación de debatir con Bankei.

«¡Eh, maestro zen!», gritó. «Espera un momento. Quienquiera que te respete, obedecerá lo que digas, pero un hombre como yo no te respeta.

¿Cómo puedes hacer que te obedezca?».

«Ven a mi lado y te lo mostraré», dijo Bankei.

Orgullosamente, el sacerdote se abrió paso entre la multitud hasta llegar al maestro.

Bankei sonrió. «Ponte a mi izquierda».

El sacerdote obedeció.

«No», dijo Bankei, «hablaremos mejor si te colocas a mi derecha.

Ponte aquí.»

El sacerdote se dirigió altivamente hacia la derecha.

«Lo ves», observó Bankei, «estás obedeciéndome y yo pienso que eres una persona muy dócil. Ahora siéntate y escucha».



Extracto del libro:
Zen flesh. Zen bones
Paul reps y Nyogen senzaki
Fotografía de Internet

3. ¿ES ASÍ?


El maestro zen Hakuin era conocido entre sus vecinos por llevar 
una vida pura.

Cerca de su casa vivía una hermosa muchacha japonesa, cuyos padres regentaban una tienda de comida. De pronto, los padres descubrieron que estaba embarazada y se enfadaron mucho. Ella no quería confesar quién era el padre, pero, tras mucho hostigamiento, al final nombró a Hakuin. 

Terriblemente irritados, los padres fueron a ver al maestro. «¿Es así?», fue todo lo que dijo.

Cuando el niño nació, lo llevaron ante Hakuin. Para entonces, éste había perdido su reputación, lo cual no le preocupaba, pero cuidó muy bien al niño. Consiguió leche de sus vecinos y todo cuanto el pequeño necesitaba.

Un año más tarde, la joven madre no pudo soportarlo más y confesó la verdad a sus padres: que el verdadero padre del niño era un joven que trabajaba en la pescadería.

Una vez sabido esto, la madre y el padre de la muchacha fueron inmediatamente a ver a Hakuin para pedirle perdón, para deshacerse en disculpas y para recuperar al niño.

Hakuin no se negó. Es más, al entregar al niño, todo lo que dijo fue: 

«¿Es así?».



Extracto del libro:
Zen flesh. Zen bones
Paul reps y Nyogen senzaki
Fotografía de Internet

martes, 17 de noviembre de 2020

2. HALLAR UN DIAMANTE EN EL BARRO DEL CAMINO


Gudo era el maestro del emperador de su época. Sin embargo, acostumbraba a viajar solo como un mendigo errante. En una ocasión, yendo de camino hacia Edo, corazón cultural y político del shogunado, se acercó a la pequeña aldea de Takenaka. Había anochecido y 
llovía copiosamente. Gudo estaba completamente empapado. Sus sandalias de paja estaban deshechas. En una granja cercana a la aldea, vio cuatro o cinco pares de sandalias en una ventana y decidió comprar unas.

La mujer que le ofreció las sandalias, viendo cuán empapado estaba, le invitó a pasar la noche en su casa. Gudo aceptó, dándole las gracias.

Entró y recitó un sutra ante el oratorio familiar. Hecho esto, la mujer le presentó a su madre y a sus hijos. Al darse cuenta de que toda la familia estaba afligida, Gudo preguntó qué ocurría.

«Mi marido es un jugador y un borracho», contestó la mujer.

«Cuando tiene suerte y gana, empieza a beber y se vuelve agresivo.

Cuando pierde, pide dinero prestado a los demás. Algunas veces, cuando está completamente borracho, ni siquiera vuelve a casa. ¿Qué puedo hacer?».

«Yo le ayudaré», dijo Gudo. «Toma este dinero. Consígueme un galón de vino y algo apetitoso para comer. Después retírate. Yo me quedaré meditando frente al altar».

Cuando el hombre de la casa regresó borracho, alrededor de la medianoche gritó: «Eh, esposa, estoy en casa. ¿Tienes algo de comer para mí?».

«Yo tengo algo para ti», dijo Gudo. «La lluvia me sorprendió y tu mujer me invitó amablemente a pasar aquí la noche. A cambio, he comprado algo de vino y pescado, de modo que puedes comer».

El hombre se mostró encantado. Inmediatamente, bebió el vino y se tumbó en el suelo. Gudo se sentó a su lado en postura de meditación.

Por la mañana, cuando el marido despertó, había olvidado lo sucedido la noche anterior. «¿Quién eres? ¿De dónde vienes?», preguntó a Gudo, que continuaba meditando.

«Soy Gudo, de Kioto, y voy camino de Edo», respondió el maestro zen.

El hombre se sintió completamente avergonzado, y se deshizo en disculpas al maestro de su emperador.

Gudo sonrió. «Todo en este mundo es perecedero», explicó. «La vida es muy breve. Si sigues jugando y bebiendo, no tendrás tiempo de hacer nada más, y además causarás sufrimiento a tu familia».

La percepción del hombre despertó como si saliera de un sueño.

«Tienes razón», declaró. «¿Cómo podré pagarte por esta maravillosa enseñanza? Permíteme que te acompañe y lleve tus cosas durante un trecho».

«Si así lo deseas», asintió Gudo.

Ambos partieron. Tras haber recorrido tres millas, Gudo le dijo que regresara. «Sólo cinco millas más», suplicó a Gudo y continuaron.

«Puedes volver ahora», sugirió Gudo.

«Después de otras diez millas», replicó el hombre.

«Vuelve ahora», dijo Gudo cuando hubieron pasado las diez millas.

«Voy a seguirte durante el resto de mi vida», declaró el hombre.

Los profesores de zen en el Japón actual proceden del linaje de un famoso maestro que fue el sucesor de Gudo. Su nombre era Mu-nan, El Hombre que nunca volvió.



Extracto del libro:
Zen flesh. Zen bones
Paul reps y Nyogen senzaki
Fotografía de Internet

sábado, 20 de junio de 2020

EL MIEDO AL TERRORISMO


Cuando hoy en día viajamos en avión, todo el mundo nos parece sospechoso y tenemos miedo de que en el momento menos pensado aparezca un terrorista. Como cualquiera puede transportar explosivos o esconder una bomba, nos vemos obligados a pasar por un escáner corporal. Y como el miedo impera por doquier, de ello ni siquiera se libran las personas que, como yo, visten hábitos monásticos. Quienes nos precedieron generaron este clima de miedo que con el paso del tiempo no ha hecho más que crecer. Ignoramos cómo tratar nuestro sufrimiento y son muy pocas las personas que saben enfrentarse al miedo y trascenderlo. 

Alimentamos el deseo de venganza; queremos castigar a quienes nos han hecho sufrir y creemos que eso nos hará sufrir menos. 

Queremos ser violentos con ellos para escarmentarles. Cuando un terrorista hace estallar una bomba en un autobús o en un avión, nadie sobrevive. El deseo de dañar que alberga el terrorista se origina en su propio sufrimiento. Quien ignora el modo de tratar su propio sufrimiento puede tratar de aliviarlo castigando a los demás. 

El Buda dijo: «Después de observar profundamente el estado mental de las personas que no son felices, he atisbado, oculto bajo su sufrimiento, un cuchillo muy afilado. Ese cuchillo, que no alcanzan a ver, es el que les impide relacionarse con el sufrimiento». 

En lo más profundo de nuestro corazón yace una daga cubierta de muchas capas. En ese sufrimiento inconsciente se asienta la causa de que hagamos sufrir a otras personas. Pero tú puedes descubrir y extraer ese puñal y contribuir, una vez que lo hayas hecho, a extraer el puñal que otros llevan clavado en su corazón. El dolor provocado por ese cuchillo ha estado presente mucho tiempo y, por más que sigas aferrándote a él, tu dolor no hará sino crecer hasta que quieras castigar a quienes consideras causantes de tu sufrimiento. 



Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...