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sábado, 8 de octubre de 2022

ESTAR ABIERTO A LA VIDA


Tomar el teléfono y decir la palabra cariñosa que aplazamos. Abrir la puerta y dejar 
entrar a quien necesita nuestra ayuda. Aceptar un empleo. Abandonar un empleo. Tomar la decisión que estábamos dejando para más adelante. Pedir perdón por un error que cometimos y que no nos deja en paz. Exigir un derecho que tenemos. Recurrir con frecuencia a la floristería más que a la joyería. Poner la música muy alta cuando la persona amada esté lejos, bajar el volumen cuando esté cerca. Saber decir «sí» y «no», porque el amor contiende con todas las energías del hombre. Descubrir un deporte que puedan practicar dos al mismo tiempo. No seguir ninguna receta, ni siquiera las que figuran en este párrafo... porque el amor necesita creatividad.

Y, cuando nada de eso sea posible, cuando lo que queda solo es soledad, entonces recordar una historia que un lector me envió en una ocasión:

Una rosa soñaba día y noche con la compañía de las abejas, pero ninguna acudía a posarse en sus pétalos.

Sin embargo, la flor seguía soñando: durante sus largas noches, imaginaba un cielo en el que volaban muchas abejas, que acudían, cariñosas, a besarla. De ese modo, conseguía resistir hasta el próximo día, cuando volvía a abrirse con la luz del sol.

Una noche, al enterarse de la soledad de la rosa, la luna preguntó:

—¿No estás cansada de esperar?

—Tal vez, pero necesito seguir luchando.

—¿Por qué?

—Porque si no me abro, me muero.

En los momentos en que la soledad parece menoscabar toda la belleza, la única forma de resistir es seguir abierto.

Paulo Coelho



Extracto del libro:
365 semillas de conciencia para una vida plena
Fotografías tomadas de Internet

sábado, 15 de septiembre de 2012

LA NUBE Y LA DUNA


Una joven nube nació en mitad de una gran tempestad en el mar Mediterráneo. Pero ni siquiera tuvo tiempo de crecer allí: un fuerte viento empujó todas las nubes hacia África. Sólo que, al llegar al continente, el clima cambió: un sol generoso brillaba en el cielo y debajo se extendía la arena dorada del desierto del Sáhara.

Como a las nubes jóvenes les ocurre lo mismo que a los jóvenes humanos, nuestra nube decidió separarse de sus padres y de sus amigos de infancia para correr mundo.

- ¿Qué estás haciendo? -se quejó el viento-. ¡El desierto es siempre igual! ¡Vuelve a la formación y vamos al centro de África, donde hay montañas y árboles deslumbrantes!

Pero la joven nube, rebelde por naturaleza, no obedeció; después de mucho pasear, se dio cuenta de que una de las dunas le sonreía. Vio que también ella era joven, recién formada por el viento que acababa de pasar. En ese mismo instante se enamoró de su cabellera dorada.

- Buenos días -le dijo-. ¿Cómo es la vida allí abajo?

- Tengo la compañía de las otras dunas, del sol, del viento y de las caravanas que de vez en cuando pasan por aquí. A veces hace mucho calor, pero se puede aguantar. ¿Y cómo se vive por ahí arriba?

- También están el viento y el sol, pero la ventaja es que puedo pasear por el cielo y conocer muchas cosas.

- Para mí, la vida es corta -dijo la duna-. Cuando el viento regrese de los bosques, desapareceré.

- ¿Y eso te entristece?

- Me da la impresión de que no sirvo para nada.

- A mí me pasa lo mismo. En cuanto sople un viento nuevo, me marcharé hacia el sur y me transformaré en lluvia. En cualquier caso, ése es mi destino.

La duna caviló un poco y, al cabo, dijo:

- ¿Sabías que, aquí en el desierto, nosotros llamamos a la lluvia "el Paraíso"? He escuchado varias leyendas de las que cuentan las viejas dunas. Ellas dicen que, después de la lluvia, nosotras nos quedamos cubiertas de hierba y de flores. Pero nunca sabré lo que es eso, porque en el desierto es muy raro que llueva. 

- Si quieres, yo puedo cubrirte de lluvia. Aunque acabo de llegar, ya estoy enamorada de ti, y me gustaría quedarme aquí para siempre.

- Nada más verte por primera vez en el cielo, yo también me enamoré -dijo la duna-, pero si transformas tu linda cabellera blanca en lluvia, acabarás muriendo.

- El amor nunca muere -dijo la nube-. Apenas se transforma; y yo quiero mostrarte el Paraíso.

Y se puso a acariciar a la duna con pequeñas gotas, durante mucho tiempo, hasta que apareció el arco iris. Al día siguiente, la pequeña duna estaba cubierta de flores. Otras nubes que pasaban en dirección al centro de África pensaban que eso era parte del bosque que estaban buscando y dejaban caer más lluvia. Veinte años más tarde, aquella duna se había transformado en un oasis, donde los viajeros se refrescaban a la sombra de los árboles.

Todo porque, un día, una nube enamorada no había tenido miedo de dar su vida por amor.

Paulo Coelho
“Como el río que fluye”

sábado, 11 de agosto de 2012

EL CAMBIO



El hombre santo reunió a sus amigos:

- Estoy viejo -les dijo.

- Y sabio -respondió uno de los amigos.

- Durante todo este tiempo, siempre te vimos rezando. ¿De qué hablas con Dios?

- Al principio, yo tenía el entusiasmo de la juventud. Le pedía a Dios que me diera fuerzas para cambiar la humanidad. Poco a poco empecé a darme cuenta de que esto era imposible y entonces empecé a pedirle a Dios que me diese fuerzas para cambiar a los que estaban a mi alrededor. Ahora que ya soy viejo, mi oración es mucho más sencilla. Le pido a Dios lo que debería haberle pedido desde el principio.

- ¿Y qué es eso que le pides? -quiso saber el amigo.

- Le pido ser capaz de cambiarme a mí mismo.
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