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lunes, 11 de noviembre de 2019

VEINTE HIJOS


Había una mujer que, cada año, daba a luz un hijo. Pero siempre moría el niño al cabo de seis meses, cuando no al cabo de tres. Como su último recién nacido acababa también de morir, dirigió a Dios esta plegaria:

"¡Oh, Dios mío! ¡Este niño es un fardo para mí durante nueve meses y lo pierdo al cabo de tres meses.

Así, los favores que me ofreces se transforman en tormentos!"

La pobre mujer iba también a expresar su pena ante los hombres de Dios:

"Mis veinte hijos han muerto todos, uno tras otro, y el fuego de la separación ha quemado siempre mi corazón."

Pues bien, una noche, tuvo un sueño: vio el paraíso, jardín eterno y perfecto. Digo un jardín a falta de otra palabra. Desde luego, el paraíso es indescriptible, pero el jardín es una imagen suya.

En resumen, esta mujer soñaba con el paraíso. Y allí vio un palacio a la entrada del cual estaba grabado su nombre. Se llenó ella de gozo y oyó una voz que le decía:

"Este palacio se ofrece a quien es capaz de sacrificar su alma a Dios. Para merecer tal favor, hay que servir durante mucho tiempo. Tú empiezas a ser mayor, pero nunca te has refugiado en Dios y por eso es por lo que has sufrido todas estas pruebas."

La mujer dijo entonces:

"¡Oh, señor! ¡Deseo muchos años más como los que he vivido! ¡Que yo me ahogue en la sangre!"

Después paseó por este jardín y, de pronto, encontró allí a sus propios hijos. Entonces gritó:

"¡Oh, Señor! Mis hijos estaban ocultos a mis ojos, pero no a los tuyos. ¡El que no puede ver lo Desconocido no merece ser llamado Hombre!"

Tú no deseas que sangre tu nariz. Sin embargo, sangra y la sangre que corre mejora tu salud. El fruto tiene una piel dura, pero su carne es sabrosa. Sabe que el cuerpo es tu piel. Tu alma, que está encerrada vale mucho más. El interior del hombre es lo más hermoso que hay. Así que ¡busca esa belleza!



150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

miércoles, 24 de julio de 2019

LA BOCA DE MOISÉS


Dios ordenó un día a Moisés:

"¡Oh, Moisés! ¡Que no haya pecado en tu boca cuando te dirijas a mí para rezar!

-¡Pero, Señor! ¡No poseo tal boca!"

Dios respondió:

"Entonces, reza por boca de algún otro. ¡Porque es imposible que cometas un pecado con una boca distinta de la tuya!"

¡Tú también, anda! ¡E intenta que, día y noche, haya bocas que recen en tu lugar!


150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

domingo, 7 de julio de 2019

EL GUSANITO


Un gusanito iba caminando en dirección al sol. Muy cerca del camino se encontraba un duendecillo.

-¿Hacia dónde te diriges? -le preguntó.

Sin dejar de caminar, el gusanito contestó:

-Tuve un sueño anoche: soñé que desde la cima de la gran montaña veía todo el valle. Me gustó lo que vi en el sueño, y he decidido realizarlo.

El duendecillo dijo, mientras lo veía alejarse:

-¡Debes estar loco! ¿Cómo podrás llegar hasta aquel lugar? ¡Tú, una simple oruga! Para alguien tan pequeño como tú, una piedra será una montaña; un pequeño charco, el mar, y cualquier tronco, una barrera infranqueable.

Pero el gusanito ya estaba lejos y no lo escuchó. De pronto se OYÓ la voz de un escarabajo:

-Amigo, ¿hacia dónde te diriges con tanto empeño?

El gusanito, jadeante, contestó:

-Tuve un sueño y deseo realizarlo: subiré esa montaña y desde ahí contemplaré todo el mundo.

El escarabajo soltó una carcajada y dijo:

-Ni yo, con estas patas tan grandes, intentaría una empresa así de ambiciosa -y se quedó riéndose, mientras la oruga continuaba su camino.

Del mismo modo, la araña, el topo, la rana y la flor aconsejaron a nuestro amigo desistir.

-¡No lo lograrás jamás! -le dijeron.

Pero en su interior había un impulso que lo obligaba a seguir. Agotado, sin fuerzas y a punto de morir", decidió detenerse para construir con su último esfuerzo un lugar donde pernoctar.

-Estaré mejor aquí -fue lo último que dijo, y murió.

Todos los animales del valle fueron a mirar sus restos. Ahí estaba el animal más loco del valle: había construido como tumba un monumento a la insensatez. Ese duro refugio era digno de quien había muerto por querer realizar un sueño imposible.

Una mañana en la que el sol brillaba de manera especial, todos los animales se congregaron en torno a aquello que se había convertido en una advertencia para los atrevidos. De pronto quedaron atónitos. La concha comenzó a quebrarse y aparecieron unos ojos y una antena que no podían pertenecer a la oruga muerta. Poco a poco, como para darles tiempo de reponerse del impacto, fueron saliendo las hermosas alas de aquel impresionante ser que tenían frente a ellos: una espléndida mariposa.

No había nada que decir, pues todos sabían lo que haría se iría volando hasta la gran montaña y realizaría su sueño. El sueño por el que había vivido, había muerto y había vuelto a vivir.

Hemos sido creados para realizar nuestros sueños. Si vivimos por ellos, si intentamos alcanzarlos, si ponemos la vida y estamos seguros de que podemos, lo lograremos. Si dudamos, quizá necesitemos hacer un alto en el camino y experimentar un cambio radical en nuestras vidas.



Extracto del libro:
La culpa es de la vaca 1a parte
Lopera y Bernal
Fotografía de Internet
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