domingo, 29 de abril de 2018

EL LIBERADO-VIVIENTE Y EL BUSCADOR


Un buscador espiritual viajó a la India en su afán por encontrar y entrevistar a un verdadero iluminado, a un jivanmukta o liberado-viviente. 

Viajó durante meses por el país. Se trasladó de los Himalayas al cabo de la Virgen, del estado de Maharahstra al de Bengala. Recorrió montañas, dunas, desiertos, ciudades y pueblos. 

Recabó mucha información y, por fin, halló, según todos los testimonios, un verdadero hombre realizado. Por fin, podría llevar a cabo su ansiado encuentro. 

El graznido de los cuervos quebraba el silencio de una tarde apacible y dorada. El hombre realizado se hallaba bajo un frondoso rododendro, en actitud meditativa. El visitante lo saludó cortésmente, se sentó a su lado y preguntó: 

--Antes de que usted hallase la realización, ¿se deprimía? 

--Sí, claro, a veces -repuso tranquilamente el jivanmukta. 

El buscador hizo una segunda pregunta: 

--Dígame, y ahora, después de su iluminación, ¿se deprime a veces? 

Una leve y hermosa sonrisa se dibujó en los labios del jivanmukta. Penetró con sus límpidos ojos los de su interlocutor y contestó: 

--Sí, claro, a veces, pero ya ni me importa ni me incumbe. 

***

El Maestro dice:

LA DIFERENCIA


sábado, 28 de abril de 2018

LA RISA


Javier Villafañe y Jorge Valdano habían almorzado juntos en un bodegón de Zaragoza. Ya se estaban yendo, cuando el viejo Javier se golpeó la frente: de un brinco regresó a la mesa y vació, a sorbitos lentos, la copa que había quedado a medio tomar. Mientras Javier bebía aquel resto, porque es pecado dejar vino y porque nunca se sabe si será el último trago, escuchó risas que venían de la cocina. 

Habían comido muy bien, un almuerzo que era obra de maestría, y Javier decidió que Valdano y él no podían irse sin dar las gracias al autor. En la puerta de la cocina apareció un hombre tamaño niño, chiquito y solar, un fulgor metido dentro de un inmenso gorro de cocinero. Javier no sabía si felicitarlo o llevárselo para su teatro de títeres. 

—Aquí nos divertimos cocinando —dijo el diminutito. Y añadió, orgulloso: 

—A los platos se les nota el buen humor. 

Y dijo que hay que cuidarse, porque la gente cree que las malas ondas entran por los codos y las rodillas, pero no: entran por la boca.

FELICIDAD E INFELICIDAD


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